La Odisea del Cordero

La-Odisea-del-Cordero

Érase una vez un pequeño corderito que disfrutaba muchísimo brincando con sus patitas temblorosas. Un día decidió ir a visitar a su abuelita, pensando en todas las delicias que ella le daría. Mientras saltaba contento, se encontró con un chacal que lo miraba con apetito y le dijo: —¡Corderito! ¡Corderito! ¡Voy a comerte!

Pero el corderito, dando un saltito, le respondió: —Deja que primero vaya a casa de mi abuelita, porque allí me pondré gordito; ahora mismo estoy demasiado delgadito.

El chacal, considerando el razonamiento, permitió que el corderito siguiera su camino.

Poco después, el corderito se topó con un buitre, que también deseaba devorarlo y le dijo: —¡Corderito! ¡Corderito! ¡Voy a comerte!

Pero el corderito, dando otro saltito, contestó: —Deja que vaya a casa de mi abuelita, porque allí me pondré gordito; ahora mismo estoy demasiado delgadito.

El buitre, aceptando la explicación, dejó al corderito continuar.

Más adelante, el corderito se encontró con un tigre, luego con un lobo, y después con un águila, todos ellos con la misma intención de comérselo. Sin embargo, el corderito siempre respondía de la misma forma.

Finalmente, el corderito llegó a la casa de su abuelita y le dijo con prisa: —Querida abuelita, he prometido que me pondría muy gordito, así que, para cumplir mi promesa, por favor, métame de inmediato en la tinaja del grano.

La abuelita, complacida, lo metió en la tinaja, donde el corderito se quedó durante siete días comiendo y comiendo hasta que se puso tan gordito que apenas podía moverse. Cuando la abuelita consideró que había engordado lo suficiente, le dijo que ya podía regresar a casa. Pero el corderito, aún astuto, le pidió que hicieran un tambor con la piel de su hermano pequeño, que había fallecido, para que él pudiera rodar de vuelta.

Así que la abuelita confeccionó un pequeño tambor con la piel del hermano, y el corderito se metió dentro y comenzó a rodar. Pronto se encontró con el águila, que, al verlo, preguntó: —¡Tamboril! ¡Tamboril! ¿Has visto al corderito?

Y el corderito, escondido en el tambor, respondió: —Se cayó al fuego; escucha a este pequeño tamboril. ¡Tararín Tuntún!

¡Qué pena! —suspiró el águila, lamentando el bocadito que había dejado escapar.

Mientras tanto, el corderito seguía rodando felizmente, cantando: —¡Tararín Tuntún! ¡Tararín Tuntún!

Cada animal o ave que encontraba le preguntaba si había visto al corderito, y el corderito siempre respondía: —Se cayó al fuego; escucha a este pequeño tamboril. ¡Tararín Tuntún! ¡Tararín Tuntún! ¡Tararín Tuntún!

Finalmente, el chacal llegó, mirando con avidez y gritó: —¡Tamboril! ¡Tamboril! ¿Has visto al corderito?

Y el corderito, desde el tambor, respondió alegremente: —Se cayó al fuego; escucha a este pequeño tamboril. ¡Tararín…! Pero el chacal, reconociendo su voz, rasgó el tambor y se tragó al corderito.

La moraleja de la historia es que la inteligencia y la astucia son poderosas herramientas para superar dificultades. El corderito, con su ingenio y creatividad, logró eludir muchos peligros, demostrando que con ingenio y rapidez podemos encontrar soluciones y superar numerosos desafíos. La historia nos inspira a utilizar nuestra inteligencia para enfrentar obstáculos y a ser ingeniosos en nuestras decisiones, buscando siempre maneras positivas de resolver problemas y mostrando empatía para prevenir conflictos.