La Grulla y su Cruel Revancha

India-grulla
Hace mucho tiempo, el Bodisat se encarnó en el espíritu de un árbol sagrado que se encontraba cerca de un hermoso estanque de flores de loto. En aquel entonces, la estación seca castigaba a la tierra y el agua escaseaba, aunque en el estanque habitaban numerosos peces. Una astuta grulla, al ver a los peces, ideó un plan para convertirlos en su presa.

La grulla, posada en la orilla del agua, fue abordada por los peces intrigados: —¿Qué haces ahí, perdida en tus pensamientos? —preguntaron. —Estaba pensando en ustedes —respondió la grulla. —Vaya, ¿y por qué piensas en nosotros? —inquirieron. —Porque me preocupa vuestra situación. En este estanque escasea el agua y la comida, y el calor es insoportable. Me preguntaba qué harían ante esta adversidad.

—Es cierto. ¿Qué podemos hacer? —se preguntaron los peces. —Si lo desean, puedo llevarlos volando en mi pico hacia un estanque más grande, lleno de exuberantes lotos y abundante alimento —propuso la grulla. —Es extraño que una grulla se preocupe tanto por unos peces. Nos resulta difícil confiar en tus palabras, tememos que solo intentes devorarnos uno a uno —manifestaron los peces con cautela.

¡De ningún modo! Pueden confiar en mí, no tengo intenciones de lastimarlos. Pero, si no están convencidos de la existencia de este nuevo estanque, puedo llevarme a uno de ustedes para que lo compruebe por sí mismo —les aseguró la grulla.

Los peces decidieron confiar en ella y eligieron a un pez mayor, conocido por su inteligencia y valentía. A pesar de que era ciego de un ojo, los peces confiaban en que podría cuidarse tanto dentro como fuera del agua. La grulla voló con el pez hasta el estanque deseado y lo dejó explorar, asegurándose de mostrarle todas las maravillas y bondades que ofrecía. Luego, regresaron juntos al encuentro de los demás peces. El pez ciego relató emocionado todas sus experiencias y al escucharlo, los peces exclamaron:

¡Es cierto! Debemos seguir a la grulla y permitirle que nos guíe. Así pues, la grulla comenzó a llevar a cada pez uno a uno hasta el estanque, depositándolos sobre el árbol sagrado. Sin embargo, en lugar de soltarlos delicadamente en el agua, la grulla los lanzaba contra las ramas del árbol, los golpeaba con su pico y los devoraba sin piedad. Luego, arrojaba las raspas a los pies del árbol, como un macabro espectáculo de su hazaña.

La grulla continuó su maligna labor hasta que no quedaron más peces. Solo un astuto cangrejo permanecía en el estanque. La grulla, pensando en devorarlo también, se le acercó y le extendió una invitación macabra: —Oh, noble cangrejo, he llevado a todos los peces a un estanque aún más maravilloso. ¡Ven conmigo, te llevaré también!

El cangrejo, consciente de las intenciones de la grulla, decidió idear un plan para engañarla. Le expresó con astucia: —Pero, ¿cómo me llevarás hasta allá? —Te agarraré con mi fuerte pico, no hay de qué preocuparse —aseguró la grulla confiada. —Lamentablemente, si me llevas así, caeré inevitablemente. Pero, como sabrás, los cangrejos poseemos pinzas poderosas. Si me permites agarrarme de tu cuellito, estaré encantado de acompañarte —respondió el cangrejo con sutileza.

La grulla, sin percatarse del intento de engaño, aceptó de buena gana la propuesta del cangrejo. Este aferró con todas sus fuerzas las pinzas a su cuello y le dijo con determinación: —¡Vámonos!

La grulla, llevando al cangrejo aprisionado, voló en dirección al estanque. El cangrejo logró discernir que se dirigían hacia otra dirección y señaló indignado: —¡Es por allá, el estanque se encuentra en ese sentido! ¿Por qué me traes aquí?

—Oh, eso es porque deseaba explicarte algo —respondió la grulla, sin percibir que había sido burlada—. Creías ser mi esclavo, pero debes entender que no estás a salvo de mi apetito. Mira todas las raspas de los peces que yacen bajo este árbol. Así como me los he comido a ellos, me comeré también a ti. Sin embargo, el cangrejo no tenía intenciones de convertirse en otra víctima de la grulla. Firmemente aferrado a su cuello, declaró con determinación:

—Esos peces fueron demasiado ingenuos para anticipar el peligro, pero yo no permitiré que me devoren. Al contrario, serás tú la que perezca. Moriremos juntos, pues yo te cortaré el cuello. La grulla, aterrada de perder su vida, suplicó entre sollozos y lágrimas:

¡Oh, noble señor! No tenía la intención de comerte, te lo prometo. ¡Ruego que me perdones la vida! —Muy bien. De todas formas, bájame al estanque y déjame ir —respondió el cangrejo. La grulla, temblando de miedo y con una mezcla de alivio y desesperación, descendió hasta la orilla del estanque y liberó al cangrejo. Antes de sumergirse en las tranquilas aguas, el astuto cangrejo le cortó el cuello a la grulla con precisión, como un cazador que afina su puntería con un tallo de loto.

El genio que residía en el árbol sagrado observó este singular suceso y aplaudió con júbilo, recitando un verso con su melodiosa voz: Aunque el villano sea astuto, no prosperará con su crueldad. El engaño le otorga ventaja, pero solo si se le da la oportunidad. Y así concluye esta historia de traiciones y destinos cruzados, recordándonos que la astucia puede derrotar a quienes se creen superiores a los demás y que la maldad no siempre triunfa en el largo camino de la vida.