En lo profundo de la selva amazónica, especialmente en la quebrada y cerro de Pahota, habita un ser legendario conocido entre los Piros como el temido Pahota. Este duende, robusto y alto, tiene una nariz tan prominente y afilada que supera al mismo pico de un tucán. Pahota es un espíritu protector de la arcilla y el barro, materiales sagrados para su existencia. Se cuenta que vive en los lodazales de arcilla roja, escondidos en la espesura de la selva, y también en las olas invisibles que corren bajo las casas de los Piros, justo donde descansa el masato fermentado.
El Encuentro de Pahota con el Hombre Piro
Se dice que en un tiempo pasado, un hombre piro salió al monte acompañado de su esposa en busca de una pava que pudiese cazar para hacer un caldo que aliviara la enfermedad de su mujer. Su camino los llevó a escalar el cerro de Pahota, sin imaginar el peligro que encontrarían allí. Fue en ese momento cuando Pahota se les apareció, olfateando su presencia con su enorme nariz. ¿A dónde vais?, les preguntó con voz profunda. El piro, temeroso, contestó: Venimos a cazar pavas.
Pero el duende tenía otros planes. Con una mueca astuta, Pahota respondió: Está bien, pero me esperaréis aquí algunos días, pues debo ir a vuestro caserío para casarme con vuestra hija.
La pareja, aterrada, no tuvo más opción que obedecer y quedarse en el lugar, temiendo que una negativa podría enfurecer al ser y traerles desgracias. Al día siguiente, aparecieron tres Pahotas más, y al siguiente, llegaron otros seis, sumando un total de nueve duendes corpulentos y de narices puntiagudas, todos listos para acompañar al primer Pahota en su extraño matrimonio.
Cuando todo parecía listo para el terrible destino que les aguardaba, el primer Pahota decidió tomar al hijo del piro. En un tono sombrío y autoritario, le dijo al padre: Tu hija será mi mujer y tu hijo será mi muchacho. Quedará en mi casa, y ahora iremos a buscar a tu hija.
El piro, enfrentado a la pérdida de sus hijos, sintió un impulso de furia y desesperación. Sin pensarlo dos veces, tomó su azuela y asestó un golpe directo a la cabeza del Pahota, partiéndola por la mitad. El duende emitió un lamento desgarrador, mientras el dolor le hacía retorcerse. Sus compañeros, viendo a su líder herido, huyeron despavoridos hacia lo alto del cerro, dejando al hombre piro y a su familia solos.
El piro, consciente de que la represalia sería inevitable, tomó a su hijo y, dejando atrás sus flechas y herramientas, corrió hacia el caserío. Al llegar, avisó a su comunidad de lo sucedido, y todos, aterrorizados, decidieron huir río abajo en sus canoas, remando sin descanso día y noche, temiendo la ira de los duendes.
Al caer la tarde, tal como había previsto el piro, más de doscientos Pahotas llegaron armados con flechas al caserío. Su intención era vengar a su líder y acabar con los Piros, pero encontraron las casas vacías. Con furia y decepción, los Pahotas regresaron al cerro de Pahota, donde se dice que todavía habitan en gran número, custodiando el barro y la arcilla de los lodazales.
Los Pahotas: Guardianes de la Arcilla
Con el tiempo, los Piros aprendieron que la arcilla y el barro no podían ser extraídos sin permiso, pues los Pahotas exigen a quienes se acercan a los lodazales que les pidan autorización. Aquellos que ignoran esta advertencia enfrentan consecuencias terribles: las ollas de barro que se fabrican con arcilla robada se rompen con facilidad, y los alimentos cocidos en ellas pierden su sabor y se vuelven incomibles. Además, Pahota y sus compañeros poseen una particular fijación con los humanos; en especial, buscan capturar a hombres para que trabajen como sus esclavos y a mujeres jóvenes para desposarlas.
Apariencia y Mitos de los Pahotas
Los Pahotas son descritos como seres altos y robustos, con una gran nariz que resalta en sus rostros de aspecto salvaje. Su imagen impone respeto y temor, pues llevan consigo el poder de la naturaleza y las leyes de la selva. Los relatos dicen que aquellos que logran escapar de ellos suelen perder la capacidad de hablar o, incluso, fallecer a los pocos días, como una maldición por haberse atrevido a desafiar a los espíritus del barro.
Para los Piros, el mito de los Pahotas es un recordatorio de respeto hacia los elementos naturales y de la importancia de pedir permiso antes de tomar lo que pertenece al mundo de los espíritus. Así, los Pahotas permanecen en la quebrada y cerro que lleva su nombre, vigilando los lodazales y las casas de barro, siempre en espera de que algún humano se atreva a cruzar la línea entre lo terrenal y lo sobrenatural.