El Encuentro Mágico del Zorro y el Conejo

El Zorro y el Conejo
Una anciana cultivaba un huerto que sufría daños diarios causados por un astuto conejo. La anciana, desconociendo al culpable, decidió tomar medidas drásticas: Voy a colocar una trampa, pensó. Así lo hizo, y el conejo cayó atrapado en ella durante la oscura noche. Al amanecer, el conejo, lamentándose, temía la llegada de la anciana, anticipando su mal genio y un posible desenlace fatal.

En ese momento, un zorro pasó por el lugar y notó al conejo atrapado. Entre risas, le preguntó: ¿Qué te sucede? El conejo respondió: La anciana busca esposo para su hija y ha puesto una trampa. Como ves, he caído en ella. Lo curioso es que no deseo casarme. ¿Por qué no tomas mi lugar? Su hija es atractiva. Después de pensarlo, el zorro comentó: Tiene muchas gallinas, liberó al conejo y ocupó su posición en la trampa.

El conejo se alejó y, poco después, la anciana salió de su casa y se dirigió hacia la trampa: ¡Ah, así que eras tú!, exclamó, y regresó a la casa. El zorro pensaba: Seguramente vendrá con la hija. Después de un rato, la anciana regresó, pero sin la hija y con un hierro caliente en la mano. El zorro, creyendo que sería amenazado para aceptar el matrimonio, comenzó a gritar: ¡Sí, me caso con su hija! ¡Sí, me caso con su hija! La anciana, furiosa, lo chamuscó mientras le reprochaba: Comiste una de mis gallinas, destrozaste mi huerto y aún así deseas casarte con mi hija… ¡Toma, toma! Después de quemarlo, la anciana soltó al zorro con la advertencia de no volver.

Zordal
Días pasaron, y en una hermosa noche de luna, el zorro encontró al conejo junto a un pozo. El conejo bebía agua y le dijo al zorro: Ahora estás atrapado. No me engañarás más. Voy a comerte. El conejo propuso una tregua: Está bien, pero antes ayúdame a sacar ese queso del fondo del pozo. Llevo rato bebiendo y no puedo alcanzarlo. El zorro, sin darse cuenta de que era el reflejo de la luna, exclamó: ¡Qué buen queso!, y comenzó a beber. El conejo simulaba beber mientras el zorro se llenaba de agua. Cuando la panza del zorro rozaba el suelo, el conejo le preguntó: ¿Puedes moverte? El zorro, incapaz de moverse, pidió ayuda. El conejo lo dejó allí malherido.

Días transcurrieron, y el zorro encontró al conejo observando a un cóndor: Ahora sí te atrapo, le dijo el zorro. El conejo propuso una última artimaña: Está bien, pero espera a que el cóndor me enseñe a volar. Me está dando lecciones. El zorro, fascinado por el vuelo del cóndor, pidió lecciones. El conejo, cómplice, solicitó dos lapas. Unidas a la espalda del zorro, el cóndor y el conejo lo engañaron para que intentara volar. El zorro, al saltar, cayó dando volteretas y chocó contra un árbol, quedando malherido nuevamente.

Días pasaron, y el zorro, decidido a vengarse, encontró al conejo al pie de una peña. El zorro se acercó, pero el conejo lo convenció de ayudarlo a sujetar la roca para evitar ser aplastados. Después de un tiempo, el conejo propuso traer un tronco para aliviar el peso. Mientras el conejo se iba, el zorro, temiendo ser engañado, saltó rápidamente. La roca quedó en su lugar, y el zorro comprendió que había caído en otra trampa.

Días van, días vienen… El zorro persistía en atrapar al conejo. Descubrió la madriguera del conejo y planeó cazarlo en su propia casa. Al llegar, el conejo lo convenció de que estaba preparando una fiesta para unos pajaritos, y el zorro accedió a ayudar. En un descuido, el conejo prendió fuego a la madriguera y cegó temporalmente al zorro arrojándole sal a los ojos. El conejo escapó mientras el zorro, chamuscado, buscaba salir de la madriguera en llamas.

El zorro, malherido pero decidido, continuó buscando al conejo día y noche. Después de mucho tiempo, lo encontró tomando el sol en un prado. Convencido de que dormía, el zorro se preparó para su ansiada venganza. Sin embargo, el conejo soltó un gas, decepcionando al zorro por el mal olor. El zorro, desilusionado, se marchó. Desde entonces, el conejo vivió una vida tranquila, mientras el zorro, resignado, se preguntaba si su eterno enemigo seguía vivo. Solo el tiempo revelaría la verdad.